Por Canarias pasó Cristóbal Colón para llegar a realizar la gran hazaña de su vida: Poner un huevo de pie. También descubrir América. De algo de ese espíritu viajero quedamos impregnados los canarios, potenciado por la propia realidad de vivir en una isla y sentir la necesidad de salir del archipiélago de vez en cuando y máxime si se tiene esa sed de conocer nuevas gentes y nuevas culturas que he tenido toda mi vida y sigo teniendo. Siempre he pensado que el mejor libro es un viaje.
En 1992 le dediqué al V Centenario del Descubrimiento de América, la canción «Colón, Colón»
Quiero contar aquí siete de mis viajes y sus correspondientes siete historias en las que me encuentro con canarios en distintas ciudades del Mundo. Lo relato por orden cronológico:
Londres (Siglo XX)
Pasábamos unos días en la capital británica y decidimos hacer una excursión a la ciudad universitaria de Oxford y también a Stratford Upon Avon, la ciudad natal de William Shakespeare
Nos subimos al autobús de la excursión y nos dio la bienvenida el guía que nos acompañaría a la visita de la ciudad universitaria, a la ciudad natal de mi tocayo William y, de propina, a la tumba de Winston Churchill.
Cuando nos saludó note un acento familiar y enseguida me dije: este hombre tiene que ser canario. Está claro que le pregunté y ¡bingo! era también de mi isla, de Tenerife y más concretamente de Icod de los Vinos, el municipio en el que nació mi tío, el reconocido poeta Emeterio Gutiérrez Albelo.
Al final hasta hay una conexión literaria en esta historia.
París (Siglo XX)
Febrero en París. Un, poco corriente cielo azul en la capital francesa y un frío tremendo. Desde allí viajábamos a Roma pero una huelga del sector aéreo en Italia nos lo impidió, así que teníamos que regresar a Madrid.
Habíamos llegado unos días atrás al aeropuerto Charles Degaulle desde Londres y ahora nuestra vuelo era desde Orly, así que tomamos un taxi en la misma puerta del Hotel Hamilton, en el Boulevard Haussmann, cerca de la Ópera y de las conocidas Galerías Lafayette.
Ya en el aeropuerto y en la fila para facturar nuestras maletas, un chico joven, aproximadamente de mi misma edad, se dirige a nosotros y nos pregunta: ¿ustedes son canarios, verdad? «Si», le contestamos, «de Tenerife».
Por la cara de alegría que puso es como si hubiera visto a toda su familia al completo. Como que estaba un poco agobiado y al oír a alguien de su tierra se sintió como arropado.
Tenía sus razones porque después viajamos juntos a Madrid y nos contó que él era de Gran Canaria y que había viajado hasta París como conexión para un vuelo que debía tomar después hasta Australia para encontrarse con el amor de su vida, con la chica con la que se iba a casar.
Un problema con su visado le había impedido que pudiera tomar su vuelo a la isla de los canguros, así que tenía que regresar a España para poner en regla los documentos que le faltaban.
Nos dijo que, en un par de semanas, en cuanto tuviera solucionado lo del visado, volvería a viajar para encontrarse con aquella chica australiana que yo me imaginaba rubia con los ojos verdes, muy características de aquellos lares de nuestra antípodas.
Una bonita historia de amor.
Antes de pasar a la siguiente historia me gustaría recordar a un canario del siglo XVI, que vivió en París, en la Corte de Enrique II. Su nombre era Pedro González, descendiente de los menceyes (reyes) de Tenerife y que, aunque no lo parezca, tiene mucho que ver con la canción de La Unión – «Lobo Hombre en París». Interesante conocer la historia del tinerfeño «Petrus Gonsalvus»
Montecarlo (Siglo XX)
Verano, mes de julio y llegamos a Niza, en la Côte d’Azur, sobre las siete de la tarde después de recorrer los 662 kilómetros que la separan de Barcelona. Juventud divino tesoro: hotel, ducha, ropa limpia y a cenar.
Antes de seguir quiero recordar una anécdota del viaje y es que en el recorrido por la autopista desde Barcelona, cada cierto tiempo leía «Pique Nique» a tantos kilómetros y otra vez y otra vez y yo me preguntaba, pero bueno cuantos Picos se llaman Nique aquí, pensando que era alguna montaña que se llamaba de esa forma. Después me di cuenta que decía Pic-Nic, vamos, zona de descanso y para poder comer y demás menesteres.
Siguiendo con Niza, recuerdo que el hotel estaba en la mismísima avenida de Jean Médecin, una arteria principal de la ciudad. El restaurante estaba en una transversal a unos escasos 50 metros del hotel.
Terminamos de cenar y como la noche era joven y nosotros también decidimos irnos a Montecarlo, que está a unos 21 kilómetros de Niza.
Recorrimos varios puntos importantes del Principado y como en esa época eramos muy ricos (en ilusiones y sueños), ¿dónde íbamos a acabar? Si, en el Gran Casino de Montecarlo. Para no gastarme mi fortuna, me puse un límite en el presupuesto dedicado al juego: 10 francos que, al cambio, serían unas 250 pesetas. Ya tenían la cara de Juan Carlos I. Creo que esa era la mínima propina que se le daba a un camarero allí, así que, con se ve, ni soy nada aficionado al juego, ni quería gastar ninguna cantidad significativa en ese entretenimiento en el que, por estadística, la banca casi siempre gana. Mi visita al casino era únicamente por curiosidad.
Soudain j’ai été surpris. Para los que no sepan francés: De repente me sorprendí. Justo en la puerta del Casino me encontré a mi profesor de literatura. Nos miramos y casi al mismo tiempo dijimos ¿qué haces aquí?.
Roma (Siglo XXI)
¡A estos chicos los conozco yo! escuche que decía una voz femenina que me resultó familiar. Era noviembre, por la tarde y estábamos en la Piazza del Popolo
Miré hacia atrás y, efectivamente, era alguien conocido. Era Conchi, empleada de la antigua CajaCanarias, la caja de ahorros que absorbió La Caixa, en su sucursal de la calle Méndez Núñez de Santa Cruz de Tenerife.
Llevaba años yendo a esa sucursal y nos conocíamos bastante. Incluso su padre había sido director de aquella oficina y también tuve bastante relación con él. Don Jaime, se llamaba.
Bueno, el caso es que ella se encontraba de crucero y estaba pasando el día en Roma con su esposo. Casualidades de la vida pero nos encontramos en la Ciudad Eterna.
Praga (Siglo XXI)
Una fría mañana de noviembre en Praga. Nos hospedábamos en el Hotel Pyramida. Estaba allí para participar en un festival internacional de música junto al cantante lanzaroteño Cleofás Hernández. Como teníamos libre unas horas hasta el ensayo, que era por la tarde, decidimos ir en una excursión con guía para conocer un poco la ciudad.
Estuve buscando a ver si había alguna en español pero fue imposible, así que, elegimos la que hacía el recorrido con guía en inglés. La verdad es que era muy cómodo porque nos recogían en el propio hotel . Era un microbús y sólo éramos ocho personas más el guía.
Cual fue mi sorpresa al ver que de los ocho ocupantes del vehículo, había un matrimonio sueco, nosotros dos y,…otros cuatro canarios. Estamos en todas partes.
Para que la coincidencia fuera más anecdótica, dos de ellos eran un conocido político tinerfeño y su esposa. Los otros dos canarios también iban con ellos. A decir verdad, de los otros dos uno de ellos era peninsular pero residente en la isla de La Palma y el otro acompañante, de Gran Canaria.
Éramos mayoría absoluta en la excursión: Canarias 6, Suecia, 2, República Checa 1. El gofio nos alimenta y nosotros nos encontramos por cualquier parte del Mundo.
Ya que hablamos de Praga, recordemos a Franz Kafka aunque en aquella ocasión nadie se convirtió en escarabajo.
Berlín (Siglo XXI)
Berlín, final de noviembre y muchísimo frío. Asistíamos nuevamente al Festival Berliner Perle. Esta vez con tres jovencísimos cantantes: Elly Qurbelo y Xani Recco, de Tenerife y Elia Yago de Valencia.
Nos alojamos en el Best Western Hotel Am Spittelmark situado en Neue Grünstraße, muy cerca de la Isla de los Museos o «Museumsinsel» en la lengua de Goethe.
El hotel muy bien en cuanto a ubicación, atención y de buena calidad en sus servicios. Buena elección pero, lo mejor…
Que enfrente del hotel había un bar-restaurante de comida española que se llamaba y se llama «Tapas y Copas»
¡Vaya coincidencia! dijimos. «Nos viene genial para ir a tomar algo después de cenar», ya que la cena la teníamos incluida y era en la misma Casa de la Cultura Rusa en friedrichstrasse enfrente de Galerías Lafayette. Justo de algo sucedido en ese centro comercial contaré otra historia.
Terminó la noche del festival, llegamos al hotel y al rato cruzamos la calle para ir a conocer el «Tapas y Copas» y tomarnos un café con leche o un chocolate caliente y ahora viene lo bueno: el establecimiento estaba regentado por dos canarios, uno de Las Palmas de Gran Canaria y otro de Santa Cruz de Tenerife. No recuerdo sus nombres
Muy amables y buenas conversaciones con los dos dueños, que se repitieron las noches siguientes. Hasta me dejaron una guitarra y armamos una buena. Muy divertido y digno de ser recordado.
Nueva York (Siglo XXI)
Llegamos el 13 de noviembre a «La Gran Manzana» procedentes de Madrid. Habíamos gestionado previamente el traslado al hotel y nos recogió un amable conductor dominicano y ¿adivinan de dónde era su abuelo? Si, si, de Tenerife.
Parece que noviembre ha sido un mes del año en el que he viajado bastante. Hacía un poco de frío que ya anunciaba la llegada del «Thanksgiving Day», del «Black Friday» y de las fechas navideñas.
Dos días después de nuestra llegada y después de desayunar en el Hampton Inn Manhattan North Hotel y saludar a Rosa, la gentil camarera encargada de tener siempre a punto la zona de cafetería, nos dirigimos hacia el Museo de Historia Natural y, después de visitarlo, cruzamos la larguísima avenida Central Park West y nos adentramos en el Central Park.
Estábamos allí para grabar un videoclip de una de mis canciones y estuvimos filmando en diferentes zonas del gran espacio verde neoyorquino.
Habíamos terminado de grabar unas imágenes cerca de la Bethesda Fountain y de disfrutar del tremendo show que hacían allí unos músicos callejeros, cuando oí esa forma de hablar español tan característica que tenemos los habitantes de Canarias, aunque cada isla tenga sus propias peculiaridades lingüistícas.
Miré hacia atrás y vi que eran cuatro treintañeros, dos chicas y dos chicos y, cuando nos adelantaron, dije desde atrás: «dicen que los canarios son un desastre». Automáticamente se giraron hacia mí extrañados y me sonreí, contagiándoles la sonrisa y la sorpresa de encontrarnos con gente de la tierra tan lejos de casa.
Eran de mi isla, de Tenerife y concretamente del municipio de Güímar.
Quedaba confirmado ese espíritu viajero del que hablaba al principio, con el que habíamos quedado impregnados los canarios cuando Cristóbal Colón, desde Canarias, partió para descubrir América, donde nos encontrábamos
en aquel momento y además, muy cerca de la Universidad de Columbia, que lleva el nombre del descubridor.
Creo que todos conocemos al actor Héctor Elizondo, al que hemos visto en numerosas películas y series. Su segundo apellido es Medina y su madre, de ascendencia canaria. Nacido en Nueva York pero de sangre canaria y vasca.
He contado siete historias en siete ciudades diferentes y es que siete eran las Islas Canarias, aunque, anticipándonos a la política, reconocimos a «La Graciosa», como la octava isla canaria. Y lo hicimos en esta canción que compuse hace unos años: «Ocho Islas Canarias», interpretada por la cantante tinerfeña Ely Qurbelo.
Bueno, termino que me voy de viaje.